Su nombre le sirvió para utilizar tres seudónimos diferentes a lo largo de su vida, el de Rafael Múgica, Juan Leceta y Gabriel Celaya.
Ingeniero de profesión, relega su destino empresarial e industrial en la década de los treinta tras conocer a Federico García Lorca en la Residencia de Estudiantes y a otros intelectuales que lo inclinaron por el campo de la literatura, llevándolo a dedicarse por entero a la poesía. En 1946 funda la colección de poesía Norte, con la que pretendía hacer de puente con la generación del 27.
Como otros poetas de su generación, Gabriel Celaya estuvo en contacto con el surrealismo, el neorromanticismo y otros “ismos” muy populares a principios de siglo, pero el traumático acontecimiento de la Guerra Civil lo encamina hacia una poesía más comprometida, social y política. Así pues, en los años cincuenta, como poeta de la literatura de posguerra, Celaya se integra en la estética del compromiso (Lo demás es silencio 1952 y Cantos íberos 1955, verdadera biblia de la poesía social) llegando a ser uno de los más destacados representantes de lo que se denominó “poesía comprometida”. Junto a Eugenio de Nora y Blas de Otero, defiende la idea de una poesía no elitista, al servicio de las mayorías – en contraposición a la poesía de poetas como Juan Ramón Jiménez – una poesía "para transformar el mundo".
Cuando la España democrática de los años noventa quiso darse cuenta, Gabriel Celaya, había muerto prácticamente en la miseria. A pesar de que en 1986 fue galardonado con el Premio Nacional de las Letras Españolas, los últimos años de su vida transcurrieron entre penurias económicas que le llevaron a vender su biblioteca a la Diputación Provincial de Guipúzcoa, y a que el Ministerio de Cultura se hiciera cargo del coste de su estancia en el hospital.
Pensemos ya no sólo en la poesía como arma de carácter político contra la opresión (que es como la entendió el joven Alberti, recitando poemas y arengando a los milicianos durante la Guerra Civil), sino en un arma de conocimiento, en un arma contra aquello que nos impida ser, conocernos y vivir de acuerdo a como somos y a como nos conocemos. Si Gabriel Celaya gritaba a favor de los ciudadanos, quizás sea el momento de hacerlo a favor de las personas, que antes de ser ciudadanos son, y han sido personas.
Sí, un arma cargada de futuro. La poesía es uno de los múltiples cauces que a lo largo de la historia ha elegido el hombre para comunicarse con sus semejantes, como la música, la pintura, la escultura... Sigue siendo un arma en potencia porque nos quedan muchas facetas por explorar, sigue estando en potencia y, en realidad, siempre lo estará, porque es inagotable. Todavía, como decía Pablo Guerrero, tiene que llover a cántaros.
Parece que hay algunos que están empeñados en medir las cosas, en sumar y en restar, en cerrarnos las murallas, en decir que los versos que no riman son malos y en hacernos creer que sobre nuestra vida hay un techo de cristal que nos impide mirar hacia arriba, aspirar a más. Ante los que nos obligan a que nos conformemos con una pseudovida de “muchacha típica“ con su telefonía móvil, su cirugía estética y sus mal llamadas “revistas del corazón” ¿Por qué no anteponer una vida verdadera, una vida con valores y poesía? Y es que muchas veces es bueno que no aprendamos de lo que se nos está enseñando.
Les pese a quien les pese, la poesía seguirá siendo “un arma cargada de futuro”, quizás al servicio de pocos, porque pocos son los que la leen. Un arma potentísima, porque nos hace comprendernos y comprender, y nos hace disfrutar. Es la varita mágica que hace cosas tan maravillosas como cantar la opresión de los gitanos en romances, o acercar el alma al Amado con una escalera de liras. No hay nadie más “peligroso” y más libre que aquél que sabe quién es y sueña poesía... entonces no habrá sol que derrita las alas, ni sirenas que hagan naufragar las naves.
El poema “La poesía es un arma cargada de futuro” de Gabriel Celaya, pertenece a Cantos Íberos obra publicada en 1955.
Es un poema que pertenece al género lírico y a la poesía comprometida.
Celaya utiliza esta poesía como medio de comunicación con la sociedad de la posguerra, por eso en su mayoría, el lenguaje es directo y sencillo, sin demasiadas florituras para ser fácilmente entendido por la mayoría.
Hay claras referencias al emisor y a los receptores puesto que va alternando el “yo” con el “nosotros”, incluyéndose así como receptor y sintiéndose identificado con “la masa”.
- Calles, J. y Bermejo B. (2004). Colección de poemas. Madrid: Editorial Libsa. pp. 84-85
- García López, J. (1995). Historia de la literatura española. Madrid: Vicens Vives. p. 724
- Artículo sobre el acto-homenaje a Gabriel Celaya en el Ateneo de Madrid para presentar el libro: La poesía es un arma cargada de Celaya:
- Biografía de Gabriel Celaya:
- Artículo sobre Gabriel Celaya en Wikipedia:
- Página web sobre figuras retóricas:
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